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lunes, 11 de junio de 2012

cuesta caro


Nunca como esta vez, el tema de la semana previa a un partido de la selección fue el sistema a emplear. Sabido era que Coates reemplazaría al suspendido Lugano, pero no había certeza sobre la cantidad de defensores que presentaría el dibujo táctico de Tabárez. Finalmente Uruguay saltó a la cancha con tres hombres en defensa y el 3-4-3 fue un acierto de Tabárez, ya que el equipo se mostró fluido y generó en media hora mucho más que en todo el cotejo ante Venezuela.
Corrían 29 minutos, el score decía que ganaba 2-0 la celeste y estaba bien. Más allá de los goles, hubo ocasiones de peligro y juego asociado de mitad de cancha en adelante, con salida prolija, movilidad en ofensiva y ocupación de espacios, sobre todo por las subidas de los carrileros. Forlán era el único sin posición fija en el esquema y bajaba para conectar líneas, los de atrás no tenían dificultades y el doble cinco las ganaba todas ante un equipo que se mostraba muy frágil atrás.
Pero ese gol en contra de Godín a poco de terminar el primer tiempo cambió el panorama. Perú no varió el 3-4-1-2 durante el primer tiempo, a pesar de hacer agua por todos lados, pero se fue con el pecho inflado al descanso, sabedor de que la sacó barata. Cambió el sistema, pasó a un 4-4-2 para el complemento, y cuando Uruguay recién se acomodaba con su variante de cuatro en el fondo cayó la igualdad de Guerrero, que trastocó todo.
Más que nunca los incaicos se aferraron a esa línea de cuatro defensores, y Uruguay volvía a pasar a tres con Coates como líbero. El penal atajado por Penny a Forlán potenció los nervios en el combinado charrúa, que encontró soluciones en los cambios a tiempo y acertados de Tabárez. Forlán y Palito Pereira dejaron sus lugares a Ramírez y Cristian Rodríguez, y ambos fueron partícipes del gol de la tranquilidad a los 17'.
El Cebolla fue el encargado de conectar el cabezazo salvador a la red y el del Bologna generó la falta que gestó la jugada, además de "pinchar" luego la pelota cuando fue necesario y hacerla correr con inteligencia, eso que le faltó a Uruguay contra Venezuela. Quedó claro el acierto del maestro en incluirlos esta vez, y el error que fue no apelar a ellos una semana atrás cuando el equipo no jugaba a nada.
A partir del 3-2 se volvió a replegar la celeste y rápido pasó a un 4-3-1-2 mucho más marcado. El enorme despliegue de Arévalo Ríos y el aporte de Diego Pérez le permitió no perder el medio, ante un elenco incaico que empezaba a acumular hombres de buen pie y a pesar de todas sus bajas de cara a este choque, gravitaba con Guerrero.
El grandote fue un azote constante, pero ya no volvió a encontrar grietas en una retaguardia celeste que tenía su punto más alto en el costado izquierdo con Cáceres tapando al que cayera por su sector. Ya Markarian dejaba tres hombres arriba a partir de los ingresos de Cueva y Carrillo, pero de contragolpe llegó el aporte de otro que entró desde la banca.
Eguren, cuya misión fue refrescar el medio en los instantes finales y defender las últimas pelotas quietas, acompañó el ataque y con piernas frescas pisó el área rival para sacarle del buche el gol a un exhausto Cavani (que lo merecía) y liquidar un partido que a la celeste, más allá de los dos goles de diferencia que refleja la estadística, le costó un Perú.

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