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martes, 15 de marzo de 2011

isla radiactiva


Las pesadillas parecen encarnizarse con el archipiélago, donde volvió a registrarse un sismo de magnitud 6 que estremeció los edificios de Tokio.

El temor de un desastre nuclear que aseste un golpe letal a la tercera economía mundial provocó pánico en los mercados: la bolsa de Tokio llegó a caer un 14% durante la sesión, aunque al final limitó el derrumbe y cerró con pérdidas de 10,55%.

Los japoneses hacían provisiones masivas de agua y víveres, vaciando las góndolas de los supermercados, pese a las advertencias de que esas compras podían comprometer el abastecimiento de las áreas devastadas por los desastres.

El nivel de radiación en las inmediaciones de Fukushima 1 "ha aumentado en forma considerable", declaró el primer ministro, Naoto Kan. Su portavoz, Yukio Edano, precisó que los niveles de radiactividad alcanzados "pueden afectar la salud de los seres humanos".


Las autoridades indicaron que también se detectó radiactividad en la zona de Tokio (a 250 km al sudoeste de la central), aunque en niveles que no suponen peligro para la salud.

Los habitantes de la capital, la mayor megalópolis del planeta (35 millones de habitantes), se precipitaban así y todo a las tiendas para comprar máscaras y material para enfrentar cualquier emergencia.

Kan extendió a 30 km la zona de exclusión en torno a la central de Fukushima 1. El sábado pasado había fijado esa zona en 20 km, con la consiguiente evacuación de más de 200.000 personas.

Kan pidió a la población que reaccione con "calma", pese a la gravedad de la situación.

En la ciudad de Fukushima, 80 km al noroeste de la central, "hay muchos niños enfermos pero las farmacias están cerradas (...). Todos quieren irse, pero no hay gasolina" para los vehículos, contó por teléfono Kaoru Hashimoto, un ama de casa de 36 años que vive en esa localidad.

Poco después de las 06H00 locales , "hubo una gran explosión" en el reactor 2 de la central Fukushima 1, informó la Tokyo Electric Power (TEPCO), empresa operadora de la planta.

Otra explosión de hidrógeno provocó poco después un incendio en el reactor 4. El canciller japonés, Takeaki Matsumoto, indicó en París, donde participa en una reunión del G8, que el nivel de radioctividad provocado por ese incendio "podría afectar la salud" de la población.

El sábado y el lunes ya se habían producido explosiones en los reactores 1 y 3.

Cuatro de los seis reactores de Fukushima 1 se encuentran averiados y las temperaturas siguen aumentando en los dos restantes.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) indicó que los vientos estaban alejando hacia el mar la amenaza de radioctividad, sin que ello tuviera "implicaciones" para otros países.

La Autoridad Francesa de Seguridad Nuclear calificó el accidente en un nivel 6 (sobre una escala de 7), lo cual lo convierte en el segundo más grave de la historia del sector nuclear civil, superado sólo por el de Chernobyl (Ucrania) en 1986.

El desastre llevó a Alemania y Rusia a ordenar un examen inmediato de la situación y las perspectivas de la energía nuclear. La canciller alemana, Angela Merkel, anunció el cierre inmediato por tres meses de los siete reactores en servicio antes de 1981.

Las autoridades niponas enfrentan además la crisis humanitaria provocada por el sismo y el tsunami.

El último balance policial de los desastres naturales es de 3.373 muertos, aunque fuentes oficiales afirman que más de 10.000 personas perecieron.

Japón es el único país que sufrió ataques nucleares -dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial- que mataron a unas 200.000 personas, y sus habitantes conocen los riesgos de la radiación.

Las explosiones en las centrales se deben a las intervenciones de emergencia llevadas a cabo para reparar los sistemas de enfriamiento dañados por el tsunami que siguió al sismo de magnitud 9, el mayor de la historia de Japón.

La central de Fukushima 1, construida en los años 70, fue totalmente desconectada y TEPCO deriva agua de mar para enfriarla, en un procedimiento que provoca radiaciones.

En Viena, el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Yuyika Amano, juzgó muy improbable que la situación degenere en un nuevo Chernobyl.

Japón pidió sin embargo ayuda a la AIEA y a Estados Unidos para enfrentar la emergencia.

Unas 500.000 personas fueron evacuadas y muchas tuvieron que ser alojadas en centros de emergencia tras haberlo perdido todo con el paso del tsunami, una aterradora cortina de agua de 10 metros de altura que barrió el litoral noreste de la principal isla del país.

En Sendai, una ciudad arrasada, la destrucción fue total. En el aeropuerto local, trozos de avionetas sobresalían del barro entre restos de casas de playa arrastradas hasta allí por el oleaje.

Unos 100.000 soldados trataban de asegurar en toda la región el aprovisionamiento de agua potable y alimentos, restablecer las infraestructuras viales y de telecomunicaciones y despejar el terreno en busca de eventuales sobrevivientes.

El impacto económico del desastre se hacía sentir en el mundo, con fuertes pérdidas en las bolsas.

También caía el precio del petróleo, en previsión de una menor demanda por parte de Japón, tercer consumidor mundial de crudo. (AFP)

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