Uruguay, Uruguay, Uruguay y todas las veces que lo tenga que escribir lo voy a hacer: Uruguay nomá. Esto es una verdadera locura. Lo que acaba de pasar en el Soccer City no tiene sentido. Es irreal por donde se lo mire. Estamos entre las cuatro mejores selecciones del mundo y, si me pongo a analizar lo que fue el partido, es imposible que esto tenga un poco de razón. Se nos lesionó el capitán Lugano, nos hicieron un gol en la hora del primer tiempo, perdimos a Fucile por doble amarilla, logramos empatar en el complemento y fuimos a un alargue. Cuando todo parecía indicar que íbamos a patear los penales, Suárez cometió un penal absolutamente necesario, también en la hora. A ver si nos entendemos. Si Ghana metía ese penal era semifinalista, porque el árbitro había indicado que se terminaba el partido tras la ejecución. Estábamos liquidados, armando las valijas, volviendo a Uruguay con la cabeza gacha. Pero el remate de Gyan reventó el travesaño y se fue para el cielo. Qué curioso todo esto, me digo para adentro. Un par de días atrás, Muslera nos había confesado que los palos del arco eran sus amigos. Después de esto, ya los debe haber adoptado como hermanos. De ahí sí, derecho a la definición por penales.
Vamos a ser sinceros, teníamos todas las de perder. No era posible que se produjeran tantos milagros juntos. Y sucedieron, nomás. Forlán adentro con clase, Victorino con maestría, tras rezarles a todos los santos habidos y por haber, después Zloty que fue algo parecido a lo que sucedió con el “Tutti” Gutiérrez en la definición de la Copa América del '95. Pocos le teníamos fe, pero la mandó a guardar. El “Mono” se quiso afirmar tanto que la mandó a las nubes. Pero en medio de todo esto que estaba sucediendo en la definición, se estaban formando los cimientos de dos héroes. Primero, el de Muslera. El hombre con cara de niño mostró que tiene una madurez impresionante. Atajó el remate del capitán Mensah (que se la pasó protestando todo el partido) y luego hizo lo mismo con el de Adiyiah.
Pero claro, faltaba nuestro quinto remate y allí estaba absolutamente cantado que el que lo iba a patear era Washington Sebastián Abreu Gallo. Era evidente que uno de los ejecutantes iba a ser él y como hasta ese momento habían pasado otros la ecuación parecía sumple de deducir. El minuano, el que jugó en más clubes que todos, el que sólo había jugado contra Francia y que luego “comió” banco sin chistar. ¡Que no la vaya a picar!, dijo tres cuartos del Uruguay. ¡Me parece que la pica!, nos dijeron desde un costado. Por algo le dicen “Loco”. Sólo un tipo como Abreu se anima a picar el quinto penal de una definición que clasifica a las semifinales. Sólo él. Y lo hizo. No le tembló la zurda. Golero para derecha, pelota al medio y… ¡Uruguay nomá! ¡Uruguay pa' todo el mundo!
Lo hicimos, lo hicieron ellos. Son 23 jugadores celestes y un cuerpo técnico entero que ha logrado romper con todas las murallas que se le pusieron delante. Póngale la firma que jugamos dos partidos más y uno de ellos puede ser nada menos que… ¡la final! No lo piense más. Es realidad. No se trata de un sueño. Es la locura total… y ahora que nos quiten lo bailado.
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