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lunes, 27 de julio de 2009

los dos socios


China y EE UU abordan la remodelación del mundo. China y Estados Unidos han abierto en Washington un diálogo que pretende, sin muchos tapujos, una remodelación del mundo acorde con la visión y los intereses de las dos nuevas superpotencias. "Las relaciones entre Estados Unidos y China determinarán el siglo XXI", dijo Barack Obama en la inauguración de una conferencia de alto nivel que, durante dos días, abordará los principales problemas económicos y estratégicos entre ambos países. La agenda de este diálogo, que pretende ser un foro permanente dirigido por las principales figuras de sus respectivos gobiernos, incluye asuntos como la proliferación nuclear, el cambio climático, la crisis financiera o el terrorismo, en los que se juega el futuro de la humanidad y en los que China y Estados Unidos tienen, claramente, la última palabra. Esta reunión pretende que, a diferencia del anterior mundo bipolar, las dos superpotencias sean capaces de superar su rivalidad y resolver sus diferencias en un contexto pacífico, incluso de colaboración. "Si conseguimos defender nuestros intereses a través de la cooperación, el mundo saldrá beneficiado", declaró Obama. Competencia feroz. No es una tarea fácil. Estados Unidos y China compiten ferozmente en la búsqueda de mercados para sus productos y ninguno de los dos renuncia a una posición hegemónica en el mundo. Washington sigue implicado en la seguridad de sus aliados en Asia, y China extiende su influencia hacia África y América Latina. Ambos países, como reconoció Obama, se observan todavía con más recelo que simpatía.

"Algunos en China", manifestó el presidente norteamericano, "creen que Estados Unidos trata de contener las ambiciones de China; algunos en Estados Unidos creen todavía que hay algo que temer en el crecimiento de China. Yo creo en un futuro en el que China sea un fuerte, próspero y exitoso miembro de la comunidad internacional, un futuro en el que nuestra naciones sean socias, no sólo por necesidad, sino por la oportunidad que eso representa". Construir ese futuro significa superar los múltiples obstáculos de hoy. China y Estados Unidos discrepan, de entrada, en su jerarquía de valores. La existencia de un régimen totalitario en China y la falta de garantías al respeto de los derechos humanos en ese país se interponen constantemente en el camino de una relación más cordial. Recientemente, fue la muerta de cerca de 150 personas en la revuelta de la provincia de Xinjiang. Obama tuvo que referirse a ese suceso, pero lo hizo sólo de forma tangencial - "los derechos de las minorías étnicas y religiosas tienen que ser respetados"- puesto que Washington intenta avanzar en sus relaciones con Pekín circunvalando las diferencias políticas.

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