miércoles, 30 de marzo de 2011

hotel de mala muerte


El ex hotel El Casino, en Parque Rodó, ocupado por personas en situación de calle, tiene en vilo a comerciantes y vecinos que acusan robos, venta de droga y malos hábitos. Un homicidio de un ocupante, el domingo, en la puerta "fue el límite", aseguran.

Unas 20 familias que estaban en situación de calle fueron ocupando gradualmente el edificio donde hasta hace 10 años funcionaba el hotel El Casino, en la esquina de Gonzalo Ramírez y Joaquín de Salterain, en pleno Parque Rodó.

El proceso indiscriminado de ocupación hace que hoy convivan allí familias de trabajadores feriantes, de la construcción, así como también delincuentes, según afirman vecinos y fuentes policiales. Los propios "ocupas" del edificio consultados por El País aseguran que existe una boca de venta de pasta base en uno de los pisos "de arriba".


La gota que derramó el vaso fue el domingo a las 21 horas, cuando diferencias internas entre los ocupantes del inmueble terminaron con la vida de Jonathan Núñez, un joven de 16 años, cuyos familiares aseguran era "un muchacho pobre, pero trabajador, de bien, tranquilo y sin vicios".

Las seis personas detenidas por el homicidio del joven, entre ellas una mujer, quedaron en libertad ayer de noche. La mujer también vive en el edificio, según los familiares de la víctima, y es la que está al frente de la boca de venta.

Según los familiares, ella y su pareja son los responsables del homicidio. "Los vamos a estar esperando con mi hermano acá. Si llegan a quedar libres y venir por acá va a haber un muerto. O es él o soy yo", dijo a El País ayer uno de los hermanos de la víctima, antes de saber que habían sido liberados.

Para los vecinos y comerciantes resulta cada vez más difícil convivir en medio de peleas, arrebatos, robos, venta de droga y menores de edad que, en la puerta del edificio, portan armas y "las muestran como si fuera un juguete", dicen.

"Vemos gente que se mete corriendo para el edificio todo el tiempo. También se ve que están tomando mate afuera y cuando ven venir a un patrullero no queda nadie. Desaparecen. Se meten todos para adentro. Y si la Policía los agarra, se los lleva, pero al otro día ya los ves de vuelta", resume un vecino, con indignación.

La semana pasada, cerca de 50 vecinos de la zona de Gonzalo Ramírez, mantuvieron una reunión con las autoridades policiales, incluido el propio jefe de policía de Montevideo, Walder Ferreira, para transmitirles el temor con el que viven día a día y buscar soluciones referidas exclusivamente al tema del edificio ocupado.

Fuentes policiales informaron que se trabaja, a nivel judicial, en el realojo de las familias ocupantes y que, mientras tanto, actúan hasta donde pueden. En la reunión con los vecinos, las autoridades policiales explicaron que no cuentan con las disposiciones legales necesarias para actuar con mayor efectividad, como ingresar al predio en la noche, aun sabiendo que allí se encuentran los delincuentes.

"Lo que hay en ese edificio es una barraca de líos. Ya estamos cansados de verlo todos los días y que no se haga nada y que la respuesta sea siempre patear para adelante", se enoja un comerciante.

Además de robos, aseguran ver actitudes poco normales. "Vienen motos, baja un nenito, le dan algo y sube. ¿Le estará dando un caramelo? No creo… lo peor es que utilizan a los niños para que les lleven la droga, seguro", comenta otra vecina.

Los que viven en edificios contiguos al ex hotel sufren también otros problemas: de higiene. Una de las vecinas del edificio de al lado dice que ya se quejó en todos los lugares donde podía, ya que sus paredes están desbordadas de humedad. "El agua sale por todos lados, y en ocasiones sale con materia fecal y orín", comenta indignada. Otro vecino del mismo edificio comentó a El País que se quiso mudar varias veces. Pero desistió. No pudo vender el apartamento.

Hay vecinos que reconocen que existe gente trabajadora, aunque son los menos. "El ambiente está bravo. Ves gente de todo tipo, pero no da para clasificar a todos como delincuentes, también se ven personas con otra actitud y presencia", comenta un comerciante.

FAMILIA. El edificio del ex hotel no tiene rejas ni puerta. En un pequeño adhesivo a la entrada se lee: "La droga es basura". La mayoría de las ventanas que dan a la calle no tienen vidrios, o, si los tienen, están rotos. Al ingresar, al fondo de un pasillo angosto, de paredes húmedas y con restos de escombros, se alcanza a ver a un grupo de gente conversando. Entre ellos están los padres y dos hermanos de Jonathan Núñez, el joven asesinado de un balazo el domingo de noche.

La madre está dopada. El padre casi no habla. Y los hermanos están muy molestos. Uno de los ocupas, amigo de la familia, que vive con su señora y cuatro hijos, empieza a dar su versión de la realidad allí dentro. "Yo espero que nos desalojen a todos cuanto antes. No se puede vivir acá. Tengo cuatro hijos y les quiero dar una educación bien. No les quiero dar fumadores de lata en la puerta de casa, vendedores de droga. Porque yo tengo 50 años y nunca me puse un porro en la boca, ni fui alcohólico", dice.

Sobre el joven fallecido asegura que era un "muchacho tranquilo, trabajador, sin vicios", y que no se llevaba con la mujer que vendía drogas, "al igual que los que no queríamos ese negocio acá".

Su hermano repite una y otra vez que está seguro de que la muerte de Jonathan tiene que ver con la mujer que estuvo detenida (la que supuestamente vendía droga en el edificio). "Espero que no venga por acá. Porque va a pasar algo", afirmó.

Ya Hubo 5 realojos de ocupas
Desde que el Defensor del Vecino de Montevideo, Fernando Rodríguez, promovió un programa de acción en el tema de "fincas abandonadas y ocupadas", a fines de 2009, se han concretado cinco realojos de familias que vivían en estas condiciones informaron ayer a El País en la oficina del ombudsman. Una de estas intervenciones fue el traslado de al menos una familia del tristemente célebre ex sanatorio de Empleados Civiles -Bulevar Artigas y Maldonado-. Un diagnóstico elaborado por la comisión que trabaja en este tema señala múltiples puntos de conflicto: desde los "perjuicios a fincas vecinas por el pasaje de humedades y filtraciones, rajaduras", a "inseguridad barrial" y "condiciones de inhabitabilidad edilicia e insalubridad por carencia de luz eléctrica, agua potable y cañerías de desagüe obstruidas".

Protagonistas
El hermano: "Acá va a haber un muerto"
-¿Su hermano ya había recibido amenazas antes de que lo mataran?

-Sí. Acá arriba vive una mujer que vende droga. Y hace un tiempo pintó un allanamiento. Vino la Policía y agarró con droga a uno de los novios de la mujer, en la pieza. Y lo procesaron. Entonces, la loca se calentó y empezó a mandar gente a amenazar acá abajo, que somos gente que no está para esa, diciendo que por culpa nuestra habían puesto en cana al pibe. Nosotros le respondimos que se joda. Y ahí empezaron las amenazas.

-¿Qué pasó?

-El día antes de que lo mataran, vino otro de los pibes con los que anda la mina y se mandó para la pieza de Jonathan todo drogado con un fierro (arma), en la mano, con tres más, preguntando quién se hacía el hombrecito en el edificio. Yo estaba con mi hermano. Nos dijo, quedate tranquilo que hoy vine con cuatro, pero voy a venir con medio Palermo y voy a reventar esto. Acá mando yo. Voy a matar a todos los buchones. Y al otro día a las 8 de la noche, mi hermano estaba tomando mate afuera con la mujer. Se sintió una explosión y cuando salgo de la pieza viene mi hermano arrastrándose con un tiro. Lo llevamos al Maciel y murió ahí (se pone a llorar).

-Se habló de un ajuste de cuentas ¿Fue así?

- No, no fue nada ajuste de cuentas. Él era una persona bien. Trabajaba en la feria. No era un malandro.

-¿Tienen miedo de que estas personas queden libres? (finalmente quedaron en libertad)

-¿Miedo? ¿Qué miedo? Los vamos a estar esperando acá. Ojalá vengan. Miedo van a tener ellos, a que los mate. Ya me llevaron a mi hermano, ¿a qué voy a tenerle miedo? Si llega a venir este loco con la mujer, porque quedó libre, sí o sí va a haber un muerto. O es él o soy yo. Pero un muerto acá va a haber.

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